martes, 29 de septiembre de 2009

Apelación

Tomo aire, cuento hasta diez, y empiezo:
Me equivoqué y no tengo excusas. Pedí perdón pero no fue suficiente, porque mi castigo es más grande que cualquier castigo. Por lógica tambien lo es mi perdón.
Empero, ¿Porque me preocupa tanto que pasa por tu cabeza?
A esa respuesta la sé.
Entiendo tu bronca e intento no entrar en la misma rueda, pero mi pasión es más grande que mi razón (¿obvio no?).
Tomé tu mano y fue la ausensia de pensamiento que me obligó a soltarla.
El viento me empujó por otro camino, tal vez mejor, quien sabe.
Busque carteles que me indiquen como retornar, pero la ruta desierta guarda un castigo adicional. Ese de eterna nostalgia.
Es muy doloroso equivocarse, sobretodo herirte. Pero debes entender que el miedo me cegó.
No me gusta soltar tu mano, pero acepto mis repetidos errores, y por eso no soy capaz de pedir la grandeza de que no sueltes la mía.
Esa grandeza no se la merece quien se cree tan poca persona para creerse capaz de herir a terceros.
Creí ser el barro y no el humano; la vida me demostró que no es así de la peor forma.
Me equivoqué y no puse la otra mejilla.
Juzgué y ahora estoy en el banquillo (Bien merecido).
Tomé la ruta equivocada, y aunque no sepa por donde ando, pienso hacer de ésta la ruta correcta.
Vuelvo a respirar luego de incontables minutos y termino:
"Perdón, y gracias"

domingo, 20 de septiembre de 2009

Misa para vos

Esta vez es real.
Me perdí.
Lo trágico es que, creo, no me dí cuenta aún.
Un viaje de 1100 km necesité para empezar a pensar que sólo fue una confusión, o miedo tal vez.
En este viaje pude salir de lo cotidiano. Conocí toda clase de gente, y tuve que salir de mí para poder entender aunque sea una parte de estas personas.
Estuve donde tanto deseé. Pertenecí a un grupo, a una tribu diría. Miles de voces fueron una, los objetivos se unificaron y desde todas partes llegó un sólo grito implícito: Libertad!.
Pero esta libertad se debe, irónicamente, a ser preso. Preso de una pasión, de un entendimiento, de una afinidad. Y es esta dulce prisión que alimenta esa esperanza, de al menos, volverte a ver una vez más.
Eso es amor, y si debo vivir esta nostalgia para luego disfrutar de verte, entonces a vivir que son dos días (Descolgados del laurel), porque estoy pensando en vos siempre, siempre extrañándote...