Viajar me hizo mal. No pensé que mis venas podrían
desgarrarse de esta manera.
Latinoamérica sigue sufriendo, y al parecer, se desangra en
Argentina. Nos hemos vuelto un apátridas, burritos que persiguen la zanahoria
que cuelga delante de su nariz; fantasmas tratando de abrir una puerta.
Han puesto sudor en nuestro sendero de hormiga, y ahora nos
chocamos unos contra otros, tratando de complacer a una reina, simplemente para
que ésta pueda dar nacimiento a nuevos consortes de estúpidos que sólo intentan
acatar o luchar contra leyes ridículas.
Dentro de todo este sistema, no hay lugar para el ser. Todo
se vuelve herramienta, hasta los sentimientos. Absolutamente aquello que
podamos percibir, es una pieza funcional a un motor que sabemos que existe para
escupir gases tóxicos, pero no sabemos porque está en marcha.
No se puede salir, no se puede esquivar. Exclusivamente
estamos todos para servir a un propósito, sea cual fuere.
El único lazo que puede unir a dos personas, que es el gesto
desinteresado, no deja de ser atentado. Desconfianzas, traiciones, venganzas,
envidias. Cada puñalada deja su marca.
Alejados de nuestro cable literal a tierra, la naturaleza;
quedamos despojados de lo que resta de humanidad. El humano ha logrado lo que
quería: Los robots ahora piensan como humanos.
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