miércoles, 14 de abril de 2010

Sinfonía agridulce

En este momento debo levantar nuevamente un escudo. La borrasca es implacable y yo aquí sólo en mi cueva. El ciclón recién comienza pero el cielo tiene ya un color desalentador, y parece que la tormenta será implacable.
Debo permanecer fuerte y atento, por aquellos a quienes tanto quiero. Debo disipar toda duda y actuar con precisión y celeridad. ¿Pero cómo hacerlo cuando mis energías no tienen ya el fervor de antes? ¿A qué dios debo invocar para emprender este viaje?
En perspectiva lo que más me indigna es haber sabido que es una zona de baja presión y no haber clavado tablas en puertas y ventanas, para estar preparado. No haber hecho lo suficiente para mermar la potencial peligrosidad del clima. Pero es tarde ya para reclamar a Poseidón un poco de piedad.
Sólo puedo ser yo mismo mi propio escudo y el de los demás. Tomar un rol que probablemente no me corresponde pero que siento como mi destino, mi papel.
Me pondré de pie y sonreiré, ya que aunque suene trillado, al mal tiempo, buena cara.

3 comentarios:

Ceci Fernandez dijo...

Difícil que no nos sintamos así de cuando en vez.
A mi me pasa cuando freno un poco y me coy cuenta lo que hay a mi alrededor...

Muy buenas analogías, señor.

jeRe dijo...

Muy bueno Lolón, me encantó. Fijate cuantas analogías a la tormenta se pueden hacer... y que pocas se nos ocurren sobre un día de sol.

Será que le dedicamos más tiempos a los días de lluvia tal vez.

Lolo Pillud dijo...

Sí Ce, ser conciente en todo momento no se puede, pero en esos momentos una opción es levantar un escudo.

Jere: te parece? En todo caso las analogías sobre el sol creo que son en un sentido más amplio, y sobre las tormentas son más puntuales. porque en un día de sol podés hacer muchas cosas, en cambio con la tormenta sólo nos queda resguarecernos y esperar que pase.

Gracia a ambos!